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Trattoria de la Plaza


Bogotá, Colombia /


No iba hacía siglos y estuve el sábado. La verdad es que al entrar me fui de para atrás: habían remodelado el sitio y les quedó divino. El salón principal literalmente brilla, gracias un trabajo de iluminación de esos bien pensados, que no encandelilla ni irrita los ojos, cosa que es muy común hoy en día en tantos restaurantes. Los muros están tapizados en botellas de vino, algo que pienso es el “leitmotiv” de los lugares de Andre Tarditi, su propietario, y al fondo se aprecia una barra en forma de “L” que está tan bien montada que solo pasar por el lado ya dan ganas de un Negroni o un Spritz. Hay un segundo comedor más íntimo en el que yo me senté, en el cual también reinan las botellas de vino y un ambiente tan acogedor que uno no quiere que la velada se acabe jamás. La comida, como siempre, deliciosa. Platos clásicos, honestos y abundantes a un precio que lo pone a uno de buen ánimo en cuanto se sienta a leer la carta. Pero luego está el vino… ¡Y qué propuesta de vino!, una carta larguísima, deliciosamente seleccionada, con vinos del viejo y el nuevo mundo y a unos precios que de verdad no sé cómo hacen. Mejor dicho, si lee esto, vaya en cuanto pueda. Y para cerrar, aparte de todo lo que ya mencioné, el servicio a la mesa de este lugar es impecable, como de restaurante de antes: profesional, ágil, correcto y afable, no veo la hora de volver. Encuentre los datos de contacto en Instagram @trattoriadelaplaza.




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