Oystera
- Michelle Morales
- hace 13 horas
- 2 Min. de lectura

Todos Santos, México. El mes pasado estuve visitando Baja California sur, un destino en México que no es tan evidente para quienes viajamos desde Sur América. Por lo general solemos ir al DF, Cancún y ahora últimamente a Tulum, geografías estas, mucho más cercanas a la nuestra. Sin embargo, la península de Baja California, tanto el norte como el sur, sí es un lugar muy apetecido por los gringos de la costa este, quienes además suelen comprar propiedades y hacerse a todo tipo de planes de tiempo compartido para asegurarse unas semanas de relax en este paraíso.

Una de las paradas que hice fue en Todos Santos, un pueblo de pescadores a orillas del Pacífico en el que prima el turismo de bajo impacto y en el que se puede sentir todavía la esencia de su gente y su cultura. Es un lugar casi virgen si se le compra con Cabo San lucas, la meca de los resorts de lujo, lo que ha atraído a un turista joven, acomodado y hippie chic que visita Todos Santos para surferar, casarse, ver ballenas y hacer fiestas en la playa. De la mano de este perfil de visitante se ha desarrollado por supuesto su oferta gastronómica con algunos restaurantes figurando en la Guía Michelín como Oystera uno de los que más me gustó y al cual quisiera volver mil veces.
Espacios exteriores y terraza

Oystera, se especializa en ostras frescas y comida de mar, surtida principalmente por pesca local y algo de pesca foránea fresca, sin nada de ultracongelados de hace mil años para dañarle a uno la velada. Fuimos en un combo de cuatro y optamos por pedir de todo y compartir. Arrancamos con un “Platón” de ostras con topping de caviar, servidas solo con limón y una salsa de chile para añadir al gusto. Luego, pedimos una ensalada de cayos, léase scallops o vieiras, que salieron al soplete y acompañadas de vegetales de raíz a la brasa. Para terminar, pedimos la pesca del día, un filete de jurel fresquísimo que nos devoramos con una porción de tortillas, que no eran parte del plato pero que caprichosamente pedimos solo para saciar el antojo de ese manjar de dioses que es ese alimento ancestral. Y para acompañar, no s evitamos el cansancio de pensar en un adecuado maridaje y nos lanzamos a disfrutar de sendas copas de mezcal Amarás Cenizo, con rodajas de naranja y sal de gusano, bebida que confieso, consumí durante toda mi estadía en Baja.



Y aunque la comida y el servicio estuvieron fenomenales, creo que lo que más me gusto de Oystera fue la locación: una construcción estilo republicano, parecida a una plaza de mercado de comienzos de siglo pasado, con techos altísimos pasillos y locales laterales en los que estaban exhibiendo y vendiendo maravillosas obras de arte local, artesanías y joyería como solo saben hacer los mexicanos. Un lugar de verdad memorable y que recomiendo con todo mi corazón.
Para más información y reservas visite @oystera_ts.
Comments