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Mis seis vinos del mes

Punta Cana, República Dominicana. Un mes de novedades. Etiquetas que nunca había probado o que no recuerdo haberlo hecho. En especial, una muy famosa con la cual me dije -pero, ¿cómo es que no había hecho la tarea de hacerme a este vino?-. Ni modos, así es la vida, en casa de herrero… Lo bueno es que como sommelier profesional mi búsqueda no se detiene y es una actividad que seguro voy a poder hacer hasta que me muera. Algo que no podría decir, por ejemplo, un tenista profesional. Eso me reconforta. 


6. 2017 Oremus Tokaji Aszú 3 Puttonyos, Tokaj, Hungría


Basta solo este vino para hacer de Hungría uno de los íconos enológicos del planeta. Oremus es el nombre de la bodega; Tokaji Aszú, el estilo; 3 puttonyos, el grado de azúcar residual (hay hasta 6 y luego está el esencia, que sería el más dulce y costoso de todos) y Tokaj, la zona donde se produce. Es un vino dulce que se hace a partir de uvas deshidratadas a causa de un hongo. Sabe a miel y jengibre, pero a la vez es super mineral y refrescante. Lo suelen servir para el postre en menús de degustación de alto nivel, pero a mí me encantó tomármelo solito y frio mientras pensaba pensamientos.

 

En dominicana se consigue con La Bodega o Spot 21. En Colombia lo tiene -de vez en cuando-, Global Wine.

 

5. 2022 El Porrón de Lara, Vino de la Tierra de Castilla, España


Dice la contra etiqueta: “vino natural, sin clarificar, sin filtrar, sin sulfitos añadidos. Vino ecológico. Vino biodinámico”. Música para mis oídos. Todas esas palabras representan al vino que me quiero beber. Un producto con la mínima intervención del hombre, léase: la menor cantidad de agroquímicos y sustancias añadidas para embellecer un líquido que por sus propios medios no lograría sobresalir. ¡Qué viva la belleza natural con todo y sus imperfecciones! Lo hace la bodega Torremilanos en la Ribera del Duero, España.

 

En Dominicana se consigue con Sembra. En Colombia, los representa Vinos Buenvivir.


 

4. 2023 Zarate Albariño, Val do Salnes, Rias Baixas, DO Galicia, España


Acá la diferencia con la enorme cantidad de Albariños que hay en el mercado -se puso de moda y ahora pulula en cartas de restaurantes y tiendas de vino-, se llama viñas viejas. Zarate es una bodega familiar de más de cuatrocientos años, pioneros en la elaboración de esta cepa en modo monovarietal. Tienen viñedos de ciento cincuenta años, otros de cincuenta y para este Zarate, que es el hermanito menor de la familia, utilizan uvas de uno de treinta y cinco. La edad hace toda la diferencia; es un albariño más concentrado, más untuoso y naturalmente ácido, así como eran esos que se tomaban por allá a finales de los noventa, antes de que se volvieran famosos y se apresurase su producción. Y si este es el hermano menor, imagínese como estará El Pomar, la joya de la familia. 

 

A Dominicana lo trae Sembra. A Colombia lo lleva Viñas Boutique.


 

3. 2020 Tignanello, Toscana, Italia


Se merece la buena fama que tiene y el precio que piden por él. Es un tinto requeté toscano, de cuerpo medio, acidez alta y tanino presente pero que no predomina. Es complejo, ofrece mil capas y va cambiando rápidamente en la copa a medida que va respirando. De todo lo que le sentí, resalto una nota terrosa que me encantó. No es un vino para grandes cortes de res marmoleados ni nada de eso; es más bien un vino para carnes blancas estofadas con hongos, trufas y productos de la tierra. Delicioso, memorable. Espero poder volverlo a tomar. Y para los que no lo sabían, este vino no cuenta con una denominación legal, como DOC o DOCG, debido a que las cepas que se emplean en su elaboración no son las autorizadas por el ente regulador de la Toscana. Estos vinos, de los cuales se hacen muchos en esta región, se conocen como “súper toscanos”. 

 

A Dominicana lo trae El Catador. A Colombia no llega, pero Maestri Milano, tiene unos buenos súper toscanos. 

 

2. 2021 Far Niente, Napa Valley, California, EEUU


Casí lo pongo de número uno. ¡Qué vinazo! Y, lo puedo decir con toda tranquilidad ya que lo probé en un evento de vinos de lujo en Santo Domingo, en el que sirvieron todo lo más top de unas treinta bodegas. Este vino se llevó toda mi atención; con un solo sorbo quedé convencida de su magnífico comportamiento en copa. A pesar de sus 14,5 grados del alcohol, es un vino mega equilibrado, que no lastima y que por el contrario baja como un bálsamo restaurador por la garganta. Esta bodega fue fundada en 1885 y su esencia es la hacer vinos al estilo francés, respetando el correcto nivel de azúcar residual y sin querer volverse lo que no es para aumentar su número de fans. Si fuera una persona, la amaría por digna y rebelde.

 

A Dominicana lo trae El Catador. En Colombia desafortunadamente no se consigue.

 

1. 2021 Finca La Habanera, DO Valle de la Orotava, España


Novedad total no solo por ser el primer vino que tomo de las Islas Canarias sino por la cepa, listán negro, que tampoco la conocía. ¿Qué puedo decir de este vino que me enamoró? Que tomárnoslo nos hizo bien; nos pusimos felices, la conversación se animó, la sensibilidad se amplió, el optimismo se incrementó. La noche la pasamos plácida, sin los desvelos del alcohol mal logrado y al otro día todavía recordábamos esa sedosidad que es solo posible con viñedos muy viejos como los de Auratava: centenarios y prefiloxéricos, que crecen sobre un suelo volcánico y mineral. Uno de esos vinos de los que se hacen poquísimas botellas y que llevan en cada una todo el compromiso y el fervor de una familia que hace vino desde siempre.

 

En dominicana se consigue con Sembra. A Colombia no llega, pero por favor que no tarde.   

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