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Restaurante Kjolle, mi experiencia en el restaurante número ocho de Latinoamérica


El espacio.

Lima, Perú. Tengo un nuevo ídolo; se llama Pía León. Es la chef y propietaria de Kjolle, un impresionante restaurante en el que reina el esplendor creativo de la energía femenina. Arquitectura, música, paleta de colores y hasta el tono de voz de las personas que trabajan en el servicio, emanan paz y delicadeza. El lugar y la puesta en escena son refinadísimos y no me refiero a lo ostentoso o lo obvio, sino más bien a la expresión más pura de una cultura tan rica como la que posee Perú. Si uno de los factores que tienen en cuenta los jurados de la lista que la puso en el octavo puesto, es la conexión que se tiene con el territorio, Kjolle no demora en llegar al primer lugar. ¡Es que hasta los cubiertos son hechos por artesanos locales con bronce reciclado! Y ni hablar de la lencería, los vasos, el menú y la vajilla que son todos también de factura 100% peruana.

La vajilla.
 

Diego Vasquez, el gran sommelier de Kjolle.

En cuanto a la experiencia gastronómica, más allá de reconocer que es el sitio en el que más rico he comido en todo el año, puedo decir que hay absoluta integración. Cada uno de los platos se conecta con el que le antecede y con el que le precede, así como con las bebidas que va presentando a la mesa su destacable sommelier Diego Vasquez (@diegovluque), quien se nota a leguas, logra conectarse con Pía para escoger la justa bebida que termina de contar el cuento. Y es que para ser un magnífico sommelier no basta con saberse de memoria toda la literatura de vinos del planeta; si no tienes el “feeling” no tienes nada.



¡Mucho Tubérculos!

El menú de degustación consta de ocho pasos con su respectivo maridaje, una cantidad que no agrede al estómago y que permite disfrutar la experiencia de principio a fin. Lo que más me gustó fue el plato “Muchos Tubérculos”, una tartaleta de yuca, olluco y papa que interpreté como un perfecto postre de sal por su simultánea cremosidad y crocancia, algo que suele pasar en la fina pastelería.


 
Los cubiertos.

En cuanto al servicio, es como dicen “sin prisa pero sin pausa” y la verdad es que la sensación en la mesa de Kjolle es la de estar en una obra de teatro más que en un restaurante. Quizás tenga que ver el hecho que su cocina a la vista no muestra estufas, extractores o superficies enchapadas, si no un muro decorado con cuadros, que continúa a los del salón, dando la sensación como si los cocineros estuviesen trabajando en la sala de la casa.


En Kjolle aprendí, gocé, me relajé y me emocioné y para mí, esas son hoy en día las sensaciones que quiero encontrar en mis momentos de hedonismo gastronómico. Recomiendo mucho visitar este maravilloso lugar en el que muy probablemente podrá saludar a Pía, quien hace parte de la brigada que sale a presentar cada uno de los platos.


Para mayor información y reservas visite: @kjollerest o www.Kjolle.com.








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