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  • Una tarde de pasta italiana en La macarena de Bogotá

    Bogotá, Colombia / Fetuccine al huevo De Cecco. Foto: Inverleoka. Hace unas semanas fui invitada a un almuerzo de la importadora de productos gourmet Inverleoka, con el motivo del lanzamiento de uno de sus nuevos productos: la pasta italiana De Cecco. El evento se llevó a cabo en La Monferrina, una trattoria de barrio en La Macarena, propiedad del chef Sebastián Bedoya quien lleva más de 10 años haciendo pasta fresca y sirviéndola con otros deliciosos platos. Le ayuda su papá quien está a cargo del salón y de servir increíbles cafés y pousse cafés que él mismo prepara. La tarde arrancó con un capellini al limón con caviar y queso Pecorino, el cual acompañaron con un Prosecco DOCG. Luego vino la especialidad de la casa, un spaguetti a la puttanesca al cual le ponen las aceitunas deshidratadas y pulverizadas, técnica que le aporta un sabor muy especial. Con este plato sirvieron un Chianti DOCG que funcionó muy bien con el tomate de la salsa. Más tarde, nos deleitaron con un linguine con salsa carbonara, a la que le ponen un poco de espinacas y en vez de tocineta, guanciale hecho en casa, como manda la receta original. Para maridar, optaron por un Sagrantino de Umbría cuyo elegante tanino cortó de maravilla la grasa de la carne de cerdo. No contentos con los manjares ya servidos se lanzaron con dos platos más, un rigatoni con albóndigas y una lasaña blanca que sirvieron con un Ripasso DOC. Farfalle Tricolore De Cecco. Foto: cortesía Inverleoka. El banquete fue memorable y de todos los platos, no se sabía cuál estaba mejor. Conversando con los anfitriones pudimos entender que gran parte de todo lo magnífico que estábamos sintiendo tenía que ver con la pasta que se empleó en cada preparación: no en vano, la familia De Cecco lleva más de 130 años elaborando pasta de sémola de trigo de la mejor calidad. Sin embargo, no pude evitar preguntarles que aparte de la tradición, ¿qué es lo que hace a De Cecco tan especial? Me dieron varias razones; la primera, es que De Cecco es propietaria del molino con el cual obtienen la sémola para sus pastas; la segunda, usan agua de manantial que entra directo de la montaña a su fábrica para la elaboración de las masas; lo tercero, todos los moldes que emplean en el proceso son de bronce, material que ayuda a desarrollar poros más gruesos en la pasta, permitiendo que éstas absorban mucha más salsa al momento de su preparación. Cuarto, usan solo el centro del trigo, el cual es la parte más dura de este, obteniendo una pasta que se comporta muy bien en las cocinas de los restaurantes en las cuales por lo general la pasta es primero precocida y luego finalizada al momento en que el comensal ordena el plato. Sin duda, una colección de motivos que explican perfectamente por qué fue que comimos tan absolutamente delicioso esa tarde. Por supuesto, el aporte de la gran cocina y técnicas de Sebastián Bedoya, contribuyeron a que yo saliera de ahí directo a pedir un cargamento de esta pasta para mi casa. De Cecco se consigue en los principales supermercados del país y también se puede pedir a domicilio en la página web de Inverleoka, www.kavaterroir.com . Y si se antojó de conocer La Monferrina, no lo piense dos veces, es realmente espectacular. Para reservas visite en Instagram @lamonferrina.

  • La Monferrina

    Bogotá, Colombia / Hace poco me invitaron a un evento de la marca de pasta italiana Di Checco. Lo organizaron en La Monferrina, un restaurante italiano en el barrio La Macarena, del cual yo había oído mucho pero nunca había tenido el placer de visitar. Es un sitio bien casual y bohemio en donde no hay pretensiones de absolutamente nada. Los cubiertos y la vajilla son los típicos del mercado de las pulgas, como bien lo pusiera de moda Fernando Bernal de El Patio, hace mil años. La comida, es simplemente espectacular... toda la pasta es hecha en casa y su chef, Sebastián Bedoya, es de esos que siempre está en su cocina, atendiendo los boleos y asegurándose que todo salga impecable. Ayuda en el servicio su padre, quien además es el maestro de un vermouth casero que él mismo elabora y con el que le dan a uno la despedida de semejante bello lugar. Un imperdible en Bogotá. @lamonferrina

  • Restaurante Flora

    Bogotá, Colombia / Ayer me fui de exploración por Chapinero Alto, zona donde sin duda alguna, se están abriendo los sitios más interesantes de la movida restaurantera en Bogotá. Conseguí mesa en Flora, un restaurante italiano de los mismos gestores de la Taquería Insurgentes y del bar de vinos Atlas. El lugar es simplemente divino en su decoración; el buen gusto se nota en cada uno de sus detalles. En cuanto a la comida y la experiencia, la especialidad son las pastas frescas las cuales preparan a la perfección. Llegué a la 1:00 p.m. y cuando menos me di cuenta eran ya casi las cinco. ¡Una dicha! Todos los platos funcionan bien para compartir y en la oferta predominan esos clásicos, menos clásicos de la gastronomía italiana, que siempre nos van a gustar. La lista de vinos es deliciosamente extensa lo cual es un placer. A Flora quiero volver, qué delicia de lugar. @florachapinero

  • 2017 Arnaldo Caprai Montefalco Rosso

    Bogotá, Colombia / Hay vinos que uno sabe que están por ahí, que se ven en las listas de precios de los importadores y que uno se imagina que si están ahí es por algo; sin embargo, no llega uno nunca a probarlos. Hasta que un día, los ponen por ahí de maridaje en un evento y queda uno prendado. Me pasó esto con Arnaldo Caprai Montefalco Rosso, de la región de Umbría al centro de Italia; un sangiovese con 15% de sagrantino, cepa autóctona de esta región, que hace que este vino literalmente vibre en la boca. Es muy fresco en boca y tiene doce meses de una crianza en roble francés que, casi no se le nota por la increíble potencia de la uva. Lo importa a Colombia: @kava.terroir

  • Santa Rita Pewen

    Bogotá, Colombia / Como sommelier cato gran cantidad de vinos a la semana. Por esa razón, la capacidad de sorprenderme se empieza a volver más ocasional. Pero... hay días en que uno se topa con cosas que son simplemente sublimes. Este Pewen de la bodega chilena Santa Rita, en un 100% carmenere con detallitos como el uso de levaduras autóctonas y embotellado sin filtrar. Vino que sabe a vino. Simplemente SUNTUOSO. Lo trae @marpicovinosylicores y lo hace el gran @sebastianlabbe con uvas de Apalta en Chile.

  • El Buen Pastor, tacos de alta gastronomía en el 7 de agosto

    Tacos al pastor Bogotá, Colombia / Hace unos días estuve haciendo una diligencia demorada y cansona en el barrio “7 de Agosto” en Bogotá, cuando de repente me di cuenta que eran las dos de la tarde y no había almorzado ni desayunado. Salí del sitio, en donde me habían anunciado una espera de al menos dos horas, para buscar algo que comer en los locales aledaños. La oferta era desalentadora, en la zona solo había algunas tiendas de barrio y un par de cafeterías en las que ya no había almuerzo. De repente, se me vino a la cabeza un lugar que unos clientes míos habían montado durante la cuarentena, el cual según me acordaba estaba justo en el corazón del “Siete”. Emocionada, me fui caminando rumbo a la Carrera 19 con Calle 66 para encontrarme con “El Buen Pastor”, una taquería mexicana especializada en la preparación de tacos, quesadillas y tortas “al pastor”. Lo primero que pedí fue una Costeña que me trajeron a una temperatura absolutamente perfecta y una velocidad que agradecí. Luego, me pasaron la carta impresa, gesto que también aprecié ya que los códigos QR, sinceramente, comienzan a abrumarme. La oferta incluía las opciones “al pastor” ya mencionadas y además, nuevas incursiones en birria de res, suadero, berenjenas y tripa. Ordené con timidez un taco al pastor y uno de berenjena; luego, como seguía con hambre me lancé a ensayar uno de birria y luego, otro de suadero. Fueron en total cuatro tacos que me disfruté al máximo y por los cuales pagué la módica suma de $26 mil pesos incluida la Costeña y una ración ilimitada de unas exquisitas salsas que ofrecen para acompañar los platos: una de tomate verde ligeramente picante y otra roja, no tan dócil como la anterior. Además, ponen unas cebollitas rojas encurtidas del otro mundo que van de maravilla con cualquiera de los tacos, tortas o quesadillas que uno pida. El Buen Pastor es un lugar sin pretensiones y con todas las piezas puestas en su correcto nivel de calidad y confort. No en vano es obra de los mismos creadores de lugares tan especiales y exitosos como el restaurante mexicano “Insurgentes” o el bar de la bebida de Baco “Altas”, ambos en Chapinero Alto. La verdad es que la pasé tan bien que quedé con ganas de volver a tardear en la terraza del segundo piso, al son de la fina música que ponen, la rica comida que sirven y sus heladas bebidas fermentadas de lúpulo y cebada. Para los que se antojen y quieran ir a gozar de este maravilloso lugar, les cuento que no aceptan reservas así que es mejor llegar temprano o durante las horas valle. Abren todos los días desde las 12 p.m., hasta las nueve o diez de la noche y se puede pagar con tarjetas o efectivo. EL BUEN PASTOR Calle 66 No. 19 – 85 Esquina Bogotá, Colombia Instagram @elbuenpastordelsiete

  • Malva: cuando llega el coraje de comprometerse

    Después de andar durante más de una década trabajando para otros, Adolfo Cavalie, cocinero peruano radicado en Colombia, se despertó un día con la plena certeza que había encontrado el lugar y el momento para montar su propio restaurante. Adolfo llegó a Colombia por pura casualidad en el 2014 a pasar unas vacaciones con su amigo de juventud Nicolás Bejarano, quien en ese momento estaba a cargo de la apertura del restaurante Versión Original de Paco Roncero en Bogotá. Faltaban pocos días para la inauguración y aunque todo parecía estar listo, la propuesta gastronómica de la “mesa del chef” tenía aún algunos cabos sueltos que faltaba aterrizar. Bejarano no tardó en pedir la ayuda de su amigo cocinrrosu ayuda, aprovechando que Adolfo no solo había trabajado para Paco en España algunos años atrás sino que además tenía en su ADN culinario la casta de cocineros como Virgilio Martinez de Central con quien se había formado hacía varios años en Lima. La apertura fluyó con gran éxito y la comunidad gastronómica bogotana no pudo evitar poner la mirada sobre este joven chef que traía consigo, a pesar de su corta edad, no solo una valiosa experiencia en la que reunía técnicas y estilos del nuevo y el viejo mundo, sino que se había batido en cocinas nominadas en la aclamada lista “The World´s 50 Best Restaurants” de San Pellegrino. Fue así como en el 2015 se unió al equipo del prestigioso Grupo Takami, colaborando en las cocinas de Black Bear, 80 Sillas y Segundo, para luego pasar en el 2019 a asesorar la carta y la apertura del restaurante Tierra, un verdadero fenómeno en la nueva zona gastronómica de Bogotá en la calle 65. Una vez entregado ese proyecto y reflexionando acerca de lo que había sido su experiencia en Colombia durante los últimos años, todo pasaba por la cabeza de Adolfo menos irse del país. Durante esos años había encontrado un lugar que lo había recibido con los brazos abiertos y en el que no solo había cosechado logros profesionales sino forjado también grandes amistades. La mirada la puso primero en Barranquilla de la mano del grupo de Mane Mendoza de Cocina 33, con quienes planeaba montar un concepto de cocinas ocultas dada la pandemia. Pero como uno no es dueño de su destino, una mañana salió de su apartamento en Chapinero Alto a tomarse el primer café del día cuando se topó con un aviso de “SE ARRIENDA”, el cual no demoró en escanear con la cámara de su celular para más tarde llamar a hacer una cita para verlo. Cuenta el cocinero enamorado de Colombia que en cuanto entró al lugar sintió una conexión innegable. El espacio le produjo una gratísima paz y una sensación como de querer quedarse ahí por un largo rato. Inmediatamente llamó a su socio Alfonso Guevara en Barranquilla, quien no tardó en viajar a Bogotá para conocerlo. Pasaron papeles y en tiempo récord ya tenían el lugar en arriendo. Adolfo sentía como si por fin hubiese llegado a su casa; ya no tenía que seguir caminando sin pausa. Soltó las maletas y evocó a su abuela, su maestra en esto del arte de la buena mesa, quien le susurró al oído el nombre del lugar: Malva, su hierba favorita. Y fue así como en tan solo tres meses se tejió la propuesta de Malva con lo más esencial y personal de Adolfo. Abrió al público en agosto del 2021 sin dar lugar a su ego y sin pretender demostrarle nada a nadie; con la única intención de ir hacia lo más profundo de su ser y sacar de allá todos esos recuerdos de una infancia en Juanchacho ayudando a los pescadores a seleccionar el pescado y llevando la paga en especie a su abuela para más tarde con ella misma cocinar deliciosos manjares para su hermano y su abuelo. Malva es la casa de Adolfo. El entorno, la decoración, la cocina totalmente abierta y la sencillez del trato de cada uno de los miembros del equipo, hacen sentir en familia. Por su parte, el equipo de cocina, conformado por seis jóvenes apasionados a quienes Adolfo les apostó ya que ninguno traía una gran trayectoria en cocinas de alta gastronomía, sale por turnos durante la cena a presentar con gran cariño y profesionalismo los platos que ellos mismos han preparado. En Malva el respecto por el producto es evidente. Los platos son elaborados con ingredientes locales los cuales son comprados directamente a sus productores, muchos de ellos desarrollados con la ayuda de Aldolfo a través de su programa “160 Kilometros”, una iniciativa personal para ayudar y dar visibilidad a tantas comunidades campesinas colombianas para quienes la alta gastronomía representa una fuente innegable de desarrollo y calidad de vida para sus comunidades. Sin duda, una comunión de hechos que lo llevaron a perder el miedo de asentarse y de apostarle por fin a su proyecto personal, algo que es sin duda la primera condición de éxito para cualquier creativo como él. El restaurante abre de martes a domingo, sirviendo platos al centro de la mesa los cuales no se diferencian entre entradas o platos fuertes. La carta va cambiando orgánicamente dependiendo de lo que llega o lo que deja de llegar y como comensal la idea es ir con la mente abierta dispuesto a probar cosas diferentes, todas deliciosas y supremamente frescas como el Brie de cabra madurado con semillas y miel azul o los tomates en conserva con almendra cítrica y hierbas de azotea. Con los postres la sorpresa es muy grata ya que a diferencia de muchos chefs que son muy buenos con los platos de sal y más bien parcos con los de dulce, nuestro chef es un apasionado por la pastelería. En mi visita probé las texturas de cacao, lulo y mantequilla quemada a las que le rosearon un poco de mambe, un detalle que me pareció absolutamente mágico y que le aportó un sabor increíble a ese manjar que no veo la hora de repetir. La coctelería va en línea con la tendencia de estar a la misma altura de la gastronomía y en general, visitar Malva es un plan delicioso que se pude repetir con cierta frecuencia ya que sus precios son tan amables como las personas que lo atienden. Malva Restaurante Carrera 4A no. 66 – 78 Bogotá, Colombia Reservas en Instagram @malva_rest

  • Kim, exquisita comida coreana en el corazón de Quinta Camacho

    Como muchas historias de negocios extranjeros en lugares remotos, KIM es el resultado de un flechazo de amor. Camilo Gómez, diseñador industrial colombiano, andaba mochileando por Asia cuando en pleno desierto de Rajastán conoció a Bo, una hermosa koreana que después de muchas vueltas terminó radicándose con él en Bogotá. A su llegada, lo primero que hizo fue identificar restaurantes de cocina koreana, ya que como es bien sabido, los koreanos no pueden vivir sin arroz o kimchi (diversidad de vegetales fermentados como la col y el rábano). Sin embargo, en vista de la limitada y costosa oferta de este tipo de gastronomía en la ciudad, la joven pareja se vio en la necesidad de preparar en casa, los tradicionales alimentos de la dieta de Bo. Como les quedaba tan rico, tuvieron la idea de envasar el kimchi y venderlo a restaurantes u hogares, aprovechando la fama que estaba tomando este fermentado entre los jóvenes chefs que empezaban a usarlo en sus creaciones. Pero, como casi ninguna idea de negocio resulta ser idéntica a la que uno se imaginó, el kimchi en tarro se convirtió en un maravilloso restaurante. Yo me topé con Kim por pura casualidad; iba rumbo hacia otro sitio a almorzar y cuando pasé por el frente me llamó la atención ver lo lleno que estaba. Le dije al amigo con el que iba que cambiáramos la planeada hamburguesa por comida coreana, tal y como decía en el aviso de la fachada de Kim. Al entrar nos encantó el ambiente: limpio, iluminado y sencillo; nos acercamos al mostrador y un chico que después supimos era Camilo, nos dio la bienvenida y se apresuró a contarnos que el bibimbap – uno de los platos más vendidos de la carta - era el equivalente al tradicional calentado colombiano. Traíamos un hambre fatal así que no dudamos en ordenar uno para cada uno. Mi amigo optó por el de cerdo y yo me incliné por el de tofu. Para acompañar, nos recomendaron un par de Tres Cordilleras de trigo. Nos sentamos y en menos de 5 minutos llegó el pedido a la mesa. Dos bowls llenos de deliciosa y colorida comida, una tacita de sopa de miso y un “tetero” o dispensador de salsa personalizado, lleno de Gochujang, una salsa roja a base de chiles coreanos, que no pica y que nos recomendaron agregar a nuestro gusto sobre el plato y luego revolver todo. La felicidad fue inmensa. La comida deliciosa, fresquísima y abundante. El precio justo e invitador para repetir varias veces en la semana. Tomé algunas fotos casuales para recomendarlo en mis redes sociales y en pocas horas tenía a muchas personas preguntándome por el lugar. No en vano, la cultura koreana está hiper de moda y ni se diga su comida. Al otro día fueron algunos colegas ciclistas que vieron mi post (hay que aclarar que los ciclistas nos cuidamos mucho con lo que comemos ya que un bocado equivocado puede afectar del todo el rendimiento de la rodada del día siguiente) y su dictamen fue: “quedamos matriculados”. A parte del bibimbap y el kimchi hay también ramen (caldo con fideos, vegetales y carne), bulgogi (carne de res salteada con arroz para hacer tacos en hojas de lechuga), yekuk bokkeum (prácticamente lo mismo, pero con carne de cerdo) y otras exquisiteces más. El plato más costos cuesta $19,000 pesos y las bebidas no pasan de $7,000. KIM, que además es amigable con las mascotas, es un restaurante simplemente irresistible. Un destino que vale la pena explorar. KIM COMIDA COREANA Carrera 10 A # 69 – 25 Bogotá, Colombia Instagram @bomilokim

  • Salvo Patria, un clásico de la gastronomía moderna en Bogotá

    En el 2013, cuando todavía la oferta de alta gastronomía en bogotana estaba exclusivamente en manos de los restauranteros de toda la vida y concentrada entre las calles 82 y 93, un par de jóvenes ya bien recorridos por las exigentes cocinas de Nueva York y Lima, se lanzaron a montar un lugar muy inusual en una locación totalmente inexplorada hasta ese momento: la esquina de la Calle 54 con Carrera 4ta., en pleno corazón de Chapinero Alto. Desde el comienzo, la idea de Alejandro Gutiérrez y su socio Juan Manuel Ortiz, fue la de tener una especie de bistró o pequeño restaurante de barrio en el que se ofreciera una cocina muy personal, elaborada con ingredientes locales sin que fuera como tal una propuesta de cocina colombiana. Lo que querían era divertirse sin tener que matricularse en ninguna corriente específica y más bien explorar una oferta dinámica con lo que el territorio les iba proveyendo. Por tal motivo, fueron sin proponérselo precursores de prácticas hasta ese momento impensables en un restaurante bogotano como la de no tener una carta fija o la de armar una brigada de servicio con muchachos que jamás habían sido meseros. Recuerdo que desde sus inicios, visitar Salvo Patria era muy estimulante; se notaba cómo sus gestores se habían “atrevido” con tantas ideas salidas de lo convencional como la de armar su comedor con sillas de pupitre de alguna escuela clausurada. Lo que sucede hoy en día en este maravilloso lugar es una oferta de producto en la que todo está perfectamente seleccionado con un impresionante criterio e indudable buen gusto. Los platos, cercanos y entrañables son tremendamente técnicos y profesionales a la vez. El café es de altísima calidad; las bebidas mezcladas son correctamente elaboradas; el pan, horneado en casa y acompañado con una mantequilla de hormiga Culona es sublime y, la lista de la bebida de Baco no tiene una sola etiqueta que no tenga algo especial que contar. En cuanto al ambiente, el comedor funciona en lo que fuera el gran salón de una casa estilo inglés, con piso de madera y grandes ventanales que dan a un hermoso jardín. De día es iluminado y refrescante, perfecto para tener un almuerzo casual de trabajo o con amigos. En la noche es romántico y acogedor y su atmosfera en general invita a beber y a quedarse hasta lo último disfrutando de una música cuidadosamente seleccionada y un servicio prudente y meticuloso. Es una experiencia deliciosa que cierra con un detalle que a todos enamora: unos animalitos de plástico que regalan a cada uno de los comensales con la cuenta. Salvo, como lo llaman sus gestores, está cercano a cumplir una década de existencia y por su edad y consistente calidad, puedo decir sin miedo a equivocarme que es ya sin duda un clásico dentro del segmento de la restauración moderna de Bogotá y porque no, del país. ¡No se lo pierda! Para reservar visite en Instagram @salvopatria. Restaurante Salvo Patria Cll 54 A # 4 - 13 Bogotá, Colombia

  • Nero Gelatteria: Los helados de un sommelier en Bogotá

    Roni Schneider, ha emprendido varios negocios en el mundo de la gastronomía a lo largo de su vida. Sin embargo, con Nero Gelatería afirma haber encontrado la razón de ser de todas las vueltas que ha dado por el inmenso mundo de los sabores. La historia comenzó cuando al haberse graduado del colegio, en vez de irse directo a la universidad como suele ser común en alguien de su edad, este joven empresario optó por montar un restaurante. En ese momento no sabía nada de bebidas o gastronomía, pero lo que sí tenía claro era lo mucho que lo apasionaba todo lo que sucedía en los comedores de los grandes lugares que desde pequeño visitaba con sus padres. “In The Mood”, como bautizó a éste su primer emprendimiento, no tardó en convertirse en uno de los sitios referentes en la escena de la alta gastronomía en Caracas; la mezcla de cocinas japonesa y mediterránea, así como un ambiente de fiesta con música en vivo, era una experiencia bastante adelantada para la época. Lamentablemente, con la llegada de la recesión económica del 2001 su negocio se vio muy afectado y tuvo que cerrar. Para pasar el duelo se mudó a Nueva York, paraíso de la alta gastronomía, buscando no desconectarse del todo de esa pasión que ya sabía llevaba por dentro. En la Gran Manzana estudio artes, trabajó como DJ, conoció todos los restaurantes que pudo y lo más importante, se enamoró de lo que es hoy en día una de sus más grandes pasiones: la bebida de Baco. Después de su aventura en la capital del mundo, Roni pasó una temporada en Miami durante la cual estudió diseño gráfico para más tarde regresar a Caracas a hacerse cargo de uno de los emprendimientos de su padre; una exitosa marca de panes artesanales con potencial de expansión internacional. Con esta intención viajó a Bogotá a buscar oportunidades para el negocio y cuenta el gelatero que tan pronto como el avión puso sus ruedas sobre la pista de aterrizaje en El Dorado, supo que había llegado para quedarse. Se instaló sin pensarlo dos veces en Bogotá y a los pocos días llegó su hermano con quien no tardaron en montar la planta de producción de “Pan Sueco”, nombre que llevaba la empresa en Venezuela. Los Schneider no podían estar más felices, iniciaban una nueva aventura empresarial en una ciudad que para ellos era simplemente espectacular. Cuenta que Roni que la pasaban tan bien que decidió dejar constancia de todas sus vivencias en un blog personal que tituló “Bogotá Divina”. Como todos sus emprendimientos, así como los de su padre, de quien heredó la capacidad de materializar ideas en rentables negocios, el blog pronto evolucionó en una tienda gourmet en línea; luego, en una boutique gastronómica con atención al público y posteriormente en el que quizás sea uno de los sitios de mixología más especiales y renombrados de la ciudad: el exquisito Ocho y Cuarto. A estas alturas de la historia, el nombre “Roni Schneider” ya era considerado una marca en el mundo de la gastronomía bogotana y quizás por esto el grupo de hoteles de lujo “W” no tardó en notarlo y en proponerle que fuese parte de su equipo. Era el perfil perfecto que buscaba esta compañía para potenciar la experiencia W en la capital. Estuvo dos años con la organización, tiempo durante el cual aprovechó para afinar detalles de lo que hasta ahora venía siendo una muy exitosa carrera en el mundo de los placeres sibaritas. Después llegó el inesperado cese de actividades de la industria en el 2020, el Hotel cerró temporalmente y se vinieron días de silencio y reflexión en los que el inquieto gastrónomo se preguntaba cuál iba a ser su siguiente hazaña. Fue en una cena en casa de su compadre, el chef colombo italiano Sergio Martin, donde se le prendió el bombillo. Esa noche habían preparado juntos un gelato para el postre y durante el proceso, Roni había sentido cómo el universo de aromas, colores y sabores que había navegado durante su carrera, se presentaba de manera fenomenal ante sus ojos. Ese congelado producto milenario, apto para el consumo de seres de todas las edades, géneros y nacionalidades no era para nada diferente a las bebidas que durante innumerables tardes había diseñado para sus comensales. Esa noche se fue a dormir con la firme convicción de querer montar la gelatería artesanal más grande de Colombia. Al día siguiente, siguiendo la tradición de cuando le surge una gran idea, llamó a su hermano a las seis de la mañana, le contó acerca de lo que había visualizado la noche anterior y en cuestión de cuarenta y cinco días Nero Gelatería ya era una realidad. En tiempo récord consiguió los equipos, la locación y desarrolló, tal y como si estuviera haciendo maridajes, una inusual colección de recetas con las que ha venido sorprendiendo a sus adeptos desde que abrió sus puertas al público el pasado mes de diciembre en el norte de Bogotá. En la vitrina, la cual monta él mismo cada mañana con producto recién hecho, Roni exhibe sus peculiares fórmulas, dentro de las cuales se destacan el Old Jack, una base de chocolate oscuro con macadamias caramelizadas; el Pregúntame, un cheesecake de mascarpone y fresas con chocolate blanco; el Soya Caramel, de caramelo salado con salsa soya y, el Olive Oil, de vainilla natural con aceite de oliva y un toque de sal. Más que una gelatería, Nero es en palabras del propio Schneider, la tesis de grado de sus 20 años de carrera en la industria de la gastronomía. Un sueño hecho realidad que está próximo a inaugurar su segundo punto de venta en la nueva zona de restaurantes en la calle 90 con la carrera 11. Créditos: este artículo fue escrito y publicado para la edición Diario El Tiempo del domingo 10 de julio de 2022. NERO GELATERIA Calle 85 no. 16 A – 26 Bogotá, Colombia Instagram @nerogelateria

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